MON DIEU, PRÊTE-MOI L'OREILLE
MÚSICAS DEL SIGLO XVII FRANCÉS
BANCHETTO MUSICALE, PERE ROS, CATHERINE LASSALLE | SILVIA MÁRQUEZ CHULILLA, clave
ARSIS 4210 2007 | HU 126/2007
Hasta que el rey de Navarra Enrique de Borbón no se convirtió en Enrique IV, rey de Francia (1589), el país no pudo disfrutar del esperado apaciguamiento, con la promulgación del edicto de Nantes (1598) y la libertad de culto concedida a los hugonotes. Comenzaba un período de extraordinario expansión artística para Francia, con dos confesiones en igualdad de condiciones. Compositores afines a la Reforma como Claude Le Jeune y Eustache du Caurroy accedieron a puestos de relevancia.
Salmos, diálogos, fantasías y tombeaux conforman la presente lectura del fructífero diálogo entre dos confesiones cristianas que ocurrió en Francia durante el siglo XVII, con un destacado papel para la familia de violas da gamba.
CONTENIDO DEL CD
02. Henry Du Mont Sinfonía a 3
03. Claude Le Jeune Fantasía n.º 2 a 4
04. Eustache du Caurroy Fantasía a 4 sobre “Ave maris stella”
05. Nicolas Metru Fantasía a 2 n.º 16
06. Eustache du Caurroy Salmo 19 “Les cieux en chacun lieu”. Fantasía a 3
07. Jean-Nicolas Geoffroy Tombeau en forma de allemande
08. Pierre Francisque Caroubel Danzas del “Terpsichore”: Passamezzo – Gallarda – Courante – Volta
09. Claude Le Jeune Fantasía a 5 sobre “Benedicta es caelorum regina”
10. Nicolas Metru Fantasía a 2 nº9
11. Claude Le Jeune Salmo 68 “Que Dieu se montre seulement” | Pascal de L’ Estocart Fantasía
12. Henry Du Mont Pavana a 3
13. Eustache du Caurroy Fantasía a 5 sobre “la sol fa re mi”
14. Marc-Antoine Charpentier Concierto a 4 partes para las violas
15. Eustache du Caurroy Fantasía a 4 sobre “Salve regina”
16. Jean-Nicolas Geoffroy “Dialogue” para trío de violas y clave
NOTAS AL CD
En el mismo año del sínodo, Enrique II Valois moría víctima de su arrogancia, dejando un reino dividido por las continuas refriegas entre los partidarios de la Contrarreforma, conducidos por los Guise, duques de Lorena, y lo hugonotes, protegidos por algunos miembros de la aristocracia (los príncipes de Condé y Antonio de Borbón, rey de Navarra, entre otros). Los hijos de Enrique II morirían asimismo en trágicas circunstancias después de dar palos de ciego contra aquella parte de la población proclive a abrazar la renovadora corriente. No obstante, Catalina de Médicis, su madre, veló siempre para que no fueran arrastrados hacia la causa contrarreformista.
Hasta que el rey de Navarra Enrique de Borbón no se convirtió en Enrique IV, rey de Francia (1589), el país no pudo disfrutar del esperado apaciguamiento, con la promulgación del edicto de Nantes (1598) y la libertad de culto concedida a los hugonotes. Comenzaba un período de extraordinario expansión artística para Francia, con las dos confesiones en igualdad de condiciones. Compositores afines a la Reforma como Claude Le Jeune y Eustache du Caurroy accedieron a puestos de relevancia.
El primero, miembro activo de la Académie de Poésie, fue nombrado compositor de cámara del rey y, siguiendo los pasos de Philippe Jambe de Fer y Claude Goudimel, puso en polifonía el salterio de Calvino. Su versión a 6 voces del salmo 86 Mon Dieu, prête-moi l’oreille (n.º 1) abre la presente lectura de algunos ejemplos relevantes del fructífero diálogo entre dos confesiones cristianas que ocurrió en Francia durante el siglo XVII, con un destacado papel para la familia de violas da gamba.
Dos fantasías editadas póstumamente, una a 4 voces sobre un sencillo motivo en primer tono (n.º 3) y a cinco la otra, basada en un melisma gregoriano en séptimo tono rememorando el motete que Josquin des Prés escribiera un siglo atrás para 6 voces sobre el mismo melisma (n.º 9), junto con la versión a 4 voces del salmo 68 “Que Dieu se montre seulement” (melodía del coral “O Mensch bewein dein Sünde groß”) completan la aportación de Le Jeune. Otra versión del mismo salmo debida a Pascal de l’Estocart, músico paisano de Calvino que supo mantener buenas relaciones con los dos bandos, ha sido incluída en el n.º 11.
Eustache du Caurroy, nombrado sous-maître y compositor de cámara del Rey en 1595, gozó de enorme respeto por parte de sus contemporáneos y sucesores. Las fantasías sobre cantos gregorianos (de procedencia católica) Salve regina (n.º 15) y Ave maris stella (n.º 4), ambas para 4 voces, así como una a 5 voces sobre la, sol, fa, re, mi (n.º 13, evocando una misa del mismo título de Josquin des Prés basada en un melisma del kyrie “Cunctipotens genitor Deus”), conviven en su obra con otras sobre melodías del salterio hugonote, como la del salmo 19, “Les cieux en chacun lieu” (n.º 6).
Lejos quedaban los horrores de la noche de San Bartolomeo (1572), cuando los soldados de Carlos IX pasaron por las armas a la población protestante. El monarca murió pocos años después, sin lograr librarse de tan pesado lastre, y su hermano Enrique III moriría asesinado por un supuesto fraile católico en 1589. Incluso Enrique IV, bajo cuyo reinado se abrían perspectivas de paz y prosperidad, fue acuchillado por un fanático en 1610.
Poco antes del segundo magnicidio Pierre Francisque Caroubel, violinista de la cámara del rey, viajó a la Corte de Brunsvic (Alemania) llevando consigo las composiciones de danzas que solía interpretar en la Corte francesa. El Terpsichore, una colección de música recogida y publicada en 1612 por Michael Praetorius, contine 82 de estas composiciones (n.º 8).
Mientras duró la regencia de María de Médicis (viuda de Enrique IV y madre de Luis XIII) la música tuvo un formidable florecimiento. Se decía que la reina tomaba clases de laúd de Ennemond Gautier, siendo emulada sin éxito por el cardenal de Richelieu, quien no quiso ser menos que su soberana.
Los maestros de música Nicolás Metru (de quien se afirma que lo fue de Jean Baptiste Lully – n.ºs 5 y 10 -) y el belga Henry du Mont, compositor de la capilla y de la cámara desde 1672 y clavecinista de la reina (n.ºs 2 y 12), pudieron desarrollar sus nuevas formas musicales gracias a la activa organización de las capillas de música, las escolanías, la cámara de la Corte y la nueva gran moda de la ópera (en 1647 se estrenaba en París un orfeo de Luigi Rossi, expresamente encargado por el cardenal Marenzio).
Bajo Luis XIV alcanzó la música una cima inigualada. Dentro de la pléyade de compositores, Marc-Antoine Charpentier (quien disfrutaba del apoyo de una descendiente de aquellos Guise que tanto se opusieron, por las armas y por la diplomacia, a Enrique IV) y en menor medida, Jean-Nicolas Geoffroy (organista en París y Perpiñán) componían sin descanso para las grandes liturgias de la Corte y de la Iglesia.
Éste último dejó un bello testimonio de una forma muy apreciada en aquella época, la de los tombeaux, epitafios sonoros dedicados a algún personaje, aunque podían no llevar explícitamente el nombre de un dedicatario (como es el caso de la pieza n.º 7, escrita para clave y evocadora del toque de muertos en el pasaje titulado carillon). Casi otro epitafio, pero esta vez del feneciente mundo de la familia de violas da gamba, es la preciosa suite de Marc Antoine Charpentier titulada Concert a quatre parties pour les violes (n.º 14), escrita pocos años antes de que Luis XIV deshiciera el camino andado por su abuelo, cuando en 1685 fue revocado el edicto de Nantes, después de lo cual fueron derruidos los centros de culto hugonotes, se prohibieron las reuniones litúrgicas y se impuso el bautismo católico de los niños, provocando una emigración masiva de hugonotes hacia otros países de acogida. El dialogue pour les violes et le clavessin (n.º 16) simboliza, con sus continuos juegos retóricos y sus atrevidas armonías, una invitación a rehacer los puentes del diálogo.
Gracias a la inestimable ayuda prestada por Jean-Luc Salique, Lisette Aubert-Millaret, Claire Gautrot-Gobillard y Juan Carlos Asensio, nos ha sido posible reunir todos los materiales necesarios para la presente antología de música francesa del siglo XVII.
Pere Ros
junio de 2007